Disponer de, al menos, una cuenta bancaria es prácticamente obligatorio en la actualidad para cualquier persona adulta. Cobrar la pensión, la nómina, domiciliar el pago del alquiler, recibir la devolución de Hacienda… Todos estos procesos exigen de un número de cuenta para que la transacción quede reflejada y sea segura.
Además de ello, el auge de los pagos con tarjeta y del comercio electrónico hacen todavía más indispensable el hacerse una cuenta bancaria. La pregunta es: ¿cuál? En la actualidad, los bancos ofrecen distintos productos, con diferencias más o menos sutiles entre ellas, que a veces pueden hacer difícil tomar la decisión.
Y es que no es lo mismo elegir una cuenta para domiciliar la nómina que contar con un espacio en el que guardar los ahorros en busca de un rendimiento. Tampoco es lo mismo una cuenta para quien tiene ingresos recurrentes que quien no ingresa nada y no desea pagar por el mantenimiento.
Primer paso para elegir cuenta bancaria: entender quién soy y qué necesito
Para elegir la opción más conveniente, lo principal es hacer una evaluación rápida de nuestro perfil de cliente y necesidades. De nuevo, un mismo producto puede no resultar adecuado si quieres domiciliar tus gastos que si tu objetivo es abrir una cuenta bancaria para tus hijos.
Por eso, conviene hacer un estudio de necesidades y objetivos, antes de evaluar los distintos tipos de cuentas que existen en el mercado. De esta manera, resultará más fácil elegir la que más se acerca a lo que se busca y no al contrario.
Las cuentas bancarias más habituales
Estas son las cuentas bancarias más habituales de todas las ofrecidas por las entidades en la actualidad:
Cuenta nómina
La cuenta nómina, también conocida como cuenta corriente, se suele utilizar para recibir el salario, domiciliar recibos y tener asociada una tarjeta de crédito o débito para realizar los pagos habituales del día a día.
Se llama cuenta nómina cuando el banco ofrece unas condiciones especiales, como eliminar los gastos de mantenimiento, cuando el cliente se compromete a recibir en ella una cantidad de ingresos mínima al mes, que puede venir del salario, de rentas pasivas o de la pensión.
Actúa como un monedero virtual: el dinero llega ahí para hacer frente a los pagos ya asociados de la luz, el agua, el teléfono, etc. Además, la tarjeta sirve para sacar dinero físico en los cajeros, comprar por internet o pagar con ella directamente en los comercios.
Cuenta de ahorros
La cuenta de ahorros está diseñada para un uso completamente diferente al de la cuenta nómina o corriente: el objetivo es que el usuario pueda guardar el dinero que no va a usar en su día a día.
Para que este no pierda valor con la inflación, estas cuentas suelen ofrecer un interés relacionado con la cantidad que la persona tiene ahorrada.
Este dinero no está depositado en un fondo de inversión o un depósito a plazo fijo, de manera que el usuario puede disponer de sus ahorros en cualquier momento. Sin embargo, no es el lugar adecuado para domiciliar pagos de suministros o similar.
Es un producto que ayuda a crecer los ahorros con un bajo riesgo, por lo que esta cuenta se suele usar de manera combinada con la corriente: una para el colchón de seguridad y la otra para la actividad económica cotidiana.
Cuenta infantil
Cuando se tiene familia, la preocupación por el futuro económico de los hijos es algo que va unido a su propio crecimiento.
De hecho, es habitual que padres y abuelos guarden pequeñas cantidades de dinero cada cierto tiempo con el objetivo de cubrir los estudios universitarios del menor en futuro o cualquier otra necesidad que pudiera surgir.
Para no tener ese dinero debajo del colchón surgen las cuentas infantiles. Suelen ser cuentas gratuitas donde los menores pueden recibir sus becas, etc.
Algunas de estas cuentas son remuneradas, mientras que otras están diseñadas para que el niño adquiera cultura económica desde la adolescencia.
Estas últimas son verdaderamente interesantes. A partir de los 12 años, ya pueden hacer bizums, entrar a la App e incluso contar con una tarjeta de débito. De este modo, pueden tomar sus primeras decisiones de compra y gestión del dinero.
Por supuesto, los padres, como tutores legales del menor, pueden fijar un techo de gasto, bloquear las compras en ciertos sectores como casinos online y recibir notificaciones de todo lo que hacen.
Cuenta joven
El siguiente paso en la búsqueda de la independencia económica está en las cuentas joven. Este producto bancario permite tener el dinero en el banco sin comisiones de administración y mantenimiento.
Tener esta cuenta si eres joven te expone a beneficios adicionales como tarjetas de crédito para pagar tanto dentro como fuera de España, descuentos en compras de productos de ciertas marcas, etc.
Estas cuentas, además, se adaptan al futuro de sus propietarios. De este modo, cuando el joven se integra en el mundo laboral y consigue una nómina, esta se puede asociar a la cuenta para sacar más partido a la misma.
También cuentan con recursos que ayudan a mejorar la cultura del ahorro, gestionar mejor pagos y suscripciones e incluso pagar en otra moneda.
Cuentas para profesionales
Las cuentas para autónomos se adaptan a la actividad profesional con características como 0 comisiones por transferencias, rentabilidades de hasta el 2 % TAE y el apoyo de gestores especialistas en autónomos para resolver cualquier duda.
Además de ello, suelen incluir ventajas a la hora de contratar un terminal TPV para realizar cobros con tarjeta y otra serie de productos y servicios que están directamente diseñados para distintos sectores profesionales como la hostelería, la salud o los comercios.
Conocer las características de estas cuentas es clave para entender cuál se adapta más a cada momento de la vida de una persona y, por tanto, elegir la que mejores condiciones tiene de cara a contratarla.


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