El C.D. Santa Croya vuelve a encender la magia: otra remontada de leyenda ante el Racing de Benavente

Apenas se había acomodado el público en las gradas cuando llegó el primer sobresalto: una rápida jugada del Racing pilló desprevenida a la zaga local y Pablo Bruña adelantó a los visitantes. El silencio fue breve, apenas un suspiro. El Santa Croya, fiel a su estilo valiente, se lanzó al ataque con el balón pegado al alma. En el minuto 23, Rubén, incansable, robó un balón en la salida rival, encaró a Gonzalo y firmó el empate. El estadio volvió a latir.

El conjunto del Tera tejía su fútbol alegre, vertical, con Manu, Berodas y el propio Rubén —el MVP del partido— sembrando el caos en la defensa rival. En el 38, tras una jugada de manual, Rubén sirvió un pase medido desde la izquierda para que Quiroga rematara a placer y volteara el marcador. El Santa Croya se marchaba al descanso con ventaja y con esa sonrisa de quien sabe que el trabajo bien hecho siempre tiene recompensa.

La segunda parte fue un festival. Juanma, firme y elegante en defensa, lideraba desde atrás, mientras Merchán suplía con criterio a un lesionado Chuso. En el minuto 55, una internada por la banda izquierda acabó en los pies de Manu, que no perdonó. Era el 3-1, un gol que parecía sentenciar… pero los partidos del Santa Croya nunca son tranquilos.

El Racing, fiel a su orgullo, siguió apretando incluso después de quedarse con diez tras la expulsión de Álex Escudero. En el 70, un penalti transformado por Modesto devolvía la emoción (3-2). Durante unos minutos, el aire se espesó en Las Eras; el Santa Croya titubeó, pero no cayó. El público empujó, y el equipo volvió a desplegar su torrente ofensivo.

En el 79, Berodas recibió un pase precioso de Quiroga y definió con la calma de los elegidos: 4-2. A partir de ahí, el Racing bajó los brazos y el Santa Croya, espoleado por su gente, se desató. En un córner botado por Tosco, Juanma apareció en el área para empujar el quinto gol, coronando su gran actuación. Ya en el descuento, una internada de Berodas acabó en penalti, y el propio delantero transformó la pena máxima para sellar el 6-2 definitivo.

El pitido final fue una fiesta. Los jugadores se abrazaban, las gradas aplaudían y el sol de la tarde se rendía ante un Santa Croya que parece vivir en permanente remontada. Este equipo tiene alma, talento y una fe que contagia.

Sin embargo, los técnicos saben que aún hay lecciones por aprender: la valentía ofensiva deja espacios que los rivales aprovechan. Si consiguen equilibrar esa locura hermosa que les define, el sueño de los primeros puestos no será solo ilusión, sino destino.

El Santa Croya sigue escribiendo su historia a golpe de corazón. Y en la Liga Provincial, ya nadie duda: cuando este equipo juega, pasa algo grande.