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En una época donde la juventud y la vocación religiosa no siempre convergen, la historia de Enrique Alonso Silván destaca como un testimonio de fe profunda y reflexiva. Este joven, que será ordenado sacerdote el próximo sábado, no llegó a este momento por un rayo de luz, sino a través de lo que él llama "una intuición del corazón", un camino de descubrimiento marcado por momentos de gracia y superación.
El despertar de una vocación: De las Hermanitas a la JMJ
Enrique relata que la semilla de su vocación comenzó a germinar en un lugar aparentamente ordinario: la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Benavente, donde visitaba a su abuela. La entrega radical de aquellas monjas le llevó a plantearse una pregunta fundamental: "¿Por qué estas mujeres deciden entregar su vida a los demás?". Esa inquietud encontró su cauce definitivo durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Madrid en 2011. "Ahí fue cuando tuve un boom espiritual", confiesa. "Descubrí que lo que aquellas mujeres hacían, otros también lo hacían a su manera, y me pregunté: '¿y yo por qué no?'".
Fe forjada en la adversidad: La muerte de un amigo y la duda
Su camino no ha sido un lecho de rosas. Enrique habla con sinceridad de los momentos que pusieron a prueba su fe. Recuerda con especial dolor la muerte súbita de su amigo Javier, un sacerdote recién ordenado. "Fue un momento duro de decir: 'Señor, ¿dónde estás?'". Como cualquier ser humano, también ha enfrentado dudas. Sin embargo, las aborda con una perspectiva iluminadora, aprendida de un misionero: "Uno duda de sí mismo, pero no duda de Dios. Duda de si su fidelidad será verdadera, pero no de que Dios le acompaña". Esta convicción de que Dios está presente incluso en la incertidumbre ha sido su principal sostén.
El pilar familiar y el significado de los votos
Al hablar de su familia, su agradecimiento es profundo. "Es donde uno aprende a ser persona", afirma. "Siempre doy gracias a Dios por la familia que me ha dado... no tengo ningún tipo de reparo en reconocer que mis padres han sido muy buenos padres". Sobre los votos que pronto emitirá, los enfoca no como una renuncia, sino como una apertura a una paternidad espiritual más amplia. "A veces puede parecer que renuncias a tener una familia, pero el Señor da otras muchas cosas. Uno descubre la compañía de Dios y de mucha gente". Respecto al celibato, lo vincula a una "disponibilidad total" para su ministerio, un tema que ve "complicado" pero que asume como una configuración con Cristo.
Los desafíos de un sacerdote moderno: Jóvenes, laicos y redes sociales
Con una mirada lúcida hacia el futuro, Enrique identifica el principal reto de la Iglesia: "Llegar a toda la gente que no cree en Dios y que ni siquiera se hace una pregunta". Para los jóvenes, aboga por la "cercanía y la paciencia". "Cuando uno es cercano, la gente termina entendiendo que somos humanos". Reconoce el papel "fundamental" de los laicos y aboga por que vayan "tomando más peso y responsabilidad" en la vida eclesial.
Aunque se confiesa no muy adepto a las redes sociales, las ve como una herramienta "muy importante" para anunciar el mensaje. "El mundo digital es fundamental, pero no basta; tiene que haber un equilibrio con lo presencial".
Una Iglesia sinodal y en diálogo
Fiel al magisterio del Papa Francisco, Enrique es un defensor de la sinodalidad, ese "camino juntos" que, aclara, "no es una democracia, sino un diálogo en oración para discernir la voz del Espíritu Santo". También ve el ecumenismo y el diálogo interreligioso como un camino "obligatorio", esencial para una Iglesia que quiere ser "de todos todos".
Sobre el papel de la mujer, cree que se debe "avanzar cayendo más en la cuenta de su espacio", también en tareas de gobierno. "Las mujeres me explican muchas cosas que yo, como hombre, no pillo. Son miradas distintas ante la misma realidad", reflexiona.
"Que yo no sea un estorbo": El sueño de un nuevo sacerdote
A las puertas de uno de los días más importantes de su vida, confiesa sentir "alegría, agradecimiento y nervios". Su mayor anhelo para su primera misa es que sea un momento donde "el cielo y la tierra se unan".
Cuando se le pregunta con qué sueña, su respuesta es un testimonio de humildad y entrega total: "Sueño con que el mensaje de Jesús llegue y que yo no sea un estorbo. Que a través de mí, Dios se haga presente en la vida de las personas para que le descubran a Él, no a mí. Que yo sea un canal, ya está".
Su mensaje final es una invitación llena de esperanza para una sociedad a menudo escéptica: "Dios nos quiere y tiene un espacio para todos. Esos anhelos, esos deseos... solo Dios los llena. Ojalá que sean muchos los que descubran a Dios en su vida, porque de verdad que Él les quiere y tiene ganas de darles un abrazo". Con Enrique Alonso Silván, la Diócesis de Zamora no solo gana un sacerdote, sino un canal dispuesto a transmitir ese abrazo divino.
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