“El perfume del tiempo” de Arden Producciones llevó al Reina Sofía una brillante evocación del dolor y la memoria
El arte posee esa rara capacidad de conmovernos y enseñarnos al mismo tiempo.
Anoche, quienes decidimos entregar las últimas horas del sábado al teatro, en el Reina Sofía, tuvimos el privilegio de comprobarlo con El perfume del tiempo, de Arden Producciones.
La obra nos invitó a un viaje que fue mucho más que geográfico: nos llevó hasta una Argentina postdictatorial, sí, pero también al corazón de uno de los capítulos más oscuros de su historia reciente.
Allí, entre los ecos de la dictadura y las heridas aún abiertas, el espectador se enfrenta a un relato que trasciende la política para adentrarse en la vida cotidiana, revelando las cicatrices invisibles que deja la pérdida, la culpa y la memoria.
El perfume del tiempo, pertenece a esa categoría de espectáculos donde la emoción, la historia y la reflexión se funden en un mismo aliento escénico.
Desde el primer instante, la puesta en escena nos sumerge en una atmósfera densa, cargada de silencios y de ecos del pasado. En ese paisaje moral devastado, el teatro se convierte en un espejo de la conciencia colectiva.
El texto —sólidamente construido— entrelaza con destreza pasado y presente, culpa y redención, identidad y olvido. Hay algo de tango en su ritmo narrativo: esa mezcla de melancolía y desafío que define al alma porteña.
No en vano, la presencia de Gardel y de los acordes del bandoneón actúan como guías invisibles, recordándonos, a cada compás, el territorio emocional que pisamos.
El cuarteto de intérpretes sostiene con vigor la tensión del relato, moviéndose entre la contención y la explosión, entre el susurro y el grito.
Destaca el trabajo de quien encarna a Héctor Kessler, médico militar jubilado que arrastra las sombras de su propio pasado. Su obsesión por crear perfumes —bellísima metáfora del intento de “disfrazar” el horror— está interpretada con una intensidad rabiosa, contenida y humana a la vez. Cada gesto del actor parece exhalar ese aroma agrio de la culpa.
En el extremo opuesto, el personaje de Sofía Timmerman, una abuela de Plaza de Mayo, simboliza la resistencia, la búsqueda incansable de verdad y justicia. Su caracterización aporta la claridad moral que equilibra la oscuridad de Kessler. El encuentro entre ambos, inevitable y doloroso, condensa el corazón ético de la obra: el choque entre la memoria y el silencio, entre el deber de recordar y el deseo de olvidar.
Los dos actores que interpretan a los hijos del perfumista, representan la consecuencia de esos macabros actos; la incredulidad, el valor, e incluso el amor fraternal pese a lo vivido.
La dirección acierta al introducir flashbacks audiovisuales que funcionan como destellos del inconsciente colectivo. El recurso no solo dinamiza la estructura, sino que potencia el diálogo entre lo real y lo recordado, entre lo vivido y lo soñado.
Porque El perfume del tiempo no trata únicamente del pasado argentino: trata de la persistencia del pasado en todos nosotros, en cualquier dictadura personal o histórica que hayamos vivido. Como el perfume que se adhiere a la piel, la memoria deja una huella invisible que ni el tiempo ni la distancia consiguen borrar.
Arden Producciones logra, con esta pieza, un teatro que huele a verdad, que duele y que purifica.
“El perfume es la forma más intensa del recuerdo.”
— Jean-Paul Guerlain
FICHA TECNICA
REPARTO
Héctor: Juan Carlos Garés
Gabriela: Iria Márquez
César: Manuel Valls
Sofía: Marisa Lahoz
Con la colaboración de: Lucía Poveda y Carla Valls
TEXTO Y DIRECCION
Chema Cardeña
Diseño Escenografía: Luís Crespo
Iluminación: Pablo Fernández
Vestuario: María Poquet
Arreglos musicales: Federico Caraduje
Realización Audiovisual: InusualPro
Caracterización: Background Producciones
Cartel y Fotografía: Juan Terol
Dirección Técnica: Josemi Felguera
Regiduría: Juanjo Benavent/Nuria Lamagrande
Coordinación Técnica: Yapadú Produccions
Producción Ejecutiva: Juan Carlos Garés – David Campillos
Asistentes Producción: Carmen Giménez / Marco Antonio Castellanos
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