Mucha gente empieza a mirar motos nuevas con toda la ilusión del mundo. Configura modelos, compara colores, sueña con el sonido del escape. Pero luego llega la cruda realidad: los precios de las motos nuevas se han disparado, y eso sin contar con seguros, matriculación o equipamiento básico. Por eso, comprar moto usada se ha convertido en una alternativa cada vez más habitual, y no solo por una cuestión de dinero.
Las motos de ocasión no solo permiten ahorrar, sino que ofrecen la oportunidad de acceder a modelos que, nuevos, estarían fuera de presupuesto. A veces, incluso, te cruzas con joyas que apenas han rodado y que el dueño vende por capricho o por necesidad. El truco está en saber buscar, comparar con cabeza y no precipitarse.
Qué tener claro antes de comprar
Lo primero es definir qué tipo de moto necesitas de verdad. No te dejes llevar solo por lo estético. ¿La quieres para moverte por ciudad, salir de ruta los fines de semana, o usarla a diario haga frío o calor? A partir de ahí, el mercado de motos de segunda mano tiene opciones para todo tipo de uso y bolsillos. Desde scooters fiables hasta trail con años encima pero con el motor intacto.
No hay que tener miedo a que una moto usada falle. Lo que hay que hacer es revisar bien. Algunos vendedores particulares cuidan su moto como un hijo. Otros apenas le pasan la revisión. La clave está en hacer las preguntas correctas y observar con detalle.
También conviene marcar un presupuesto máximo y mantenerlo. Es fácil dejarse llevar por una cilindrada más alta o un modelo más llamativo y terminar gastando más de lo previsto. Además, hay que tener en cuenta gastos adicionales como el cambio de nombre, seguro, puesta a punto y posibles ajustes después de la compra.
Qué revisar en una moto usada
Más allá del kilometraje, hay detalles que dicen mucho. El estado de los neumáticos, si hay óxido en tornillos o estriberas, si los cables están agrietados, si el sonido del motor es limpio. Tampoco hay que obsesionarse con tenerla como recién salida del concesionario, pero sí detectar señales de mal mantenimiento.
El desgaste irregular en ruedas o frenos puede indicar que no se ha cuidado bien la alineación. Las vibraciones extrañas al arrancar o un ralentí inestable también son pistas. No hace falta ser mecánico, pero sí tener el radar encendido. Y si no estás seguro, llevar a alguien que entienda ayuda bastante.
También es importante probarla, aunque sea unos metros. Sentir cómo entra cada marcha, cómo frena, si responde bien al acelerador. Y sí, puede ser incómodo pedírselo al vendedor, pero si no permite ni una vuelta mínima, algo raro pasa.
Comprar a particular o en tienda
Comprar a un particular puede salir más barato, pero tiene riesgos: si algo va mal, estás solo. Una tienda o concesionario suele dar cierta garantía y revisa las motos antes de venderlas. Eso sí, te va a cobrar ese extra. También puedes encontrar motos revisadas en ferias especializadas o en redes de concesionarios que venden modelos seminuevos certificados.
Algunas tiendas permiten financiar motos usadas, lo cual no es tan común entre particulares. Eso puede marcar la diferencia si no tienes todo el dinero disponible. También gestionan el cambio de nombre y se encargan de revisar la documentación para que no tengas sorpresas.
Si decides comprar a un particular, asegúrate de pedir copia de toda la documentación, comprobar que el número de bastidor coincide con el de la ficha técnica, y revisar si hay multas o embargos pendientes. No firmes nada sin revisar bien todo.
Motos que conservan valor
Hay modelos que envejecen bien y conservan valor mejor que otros. Las marcas japonesas suelen estar en esa lista. También las naked de media cilindrada, por su versatilidad. Evita modelos muy modificados o con piezas raras: pueden parecer una ganga, pero luego es un drama encontrar repuestos o pasar la ITV.
La reventa futura también cuenta. Una moto muy personalizada, con vinilos, escape cambiado o accesorios poco comunes, puede ser difícil de vender después. Cuanto más estándar sea la moto, más fácil será colocarla cuando llegue el momento.
Además, algunas motos de segunda mano vienen con extras interesantes que ya están incluidos en el precio: maletas, defensas, parabrisas, etc. Eso es un ahorro que pocas veces se considera. Si haces bien los números, puedes conseguir una moto equipada por el precio de una básica.
Documentación y cambios de nombre
Una vez que eliges la moto, toca el papeleo. Asegúrate de que no tenga cargas ni multas pendientes. Pide el informe de la DGT si hace falta. Luego se hace el cambio de nombre, que puede gestionar una gestoría o el propio comprador si sabe cómo hacerlo. El coste ronda los 100-150€, pero vale la pena hacerlo todo en regla.
Además del cambio de titularidad, no olvides avisar al seguro. Si ya tienes una póliza, puede que te sirva para cubrir la nueva moto con una simple actualización. En otros casos, tendrás que buscar una nueva, y ahí sí conviene comparar precios y coberturas. Algunas aseguradoras ofrecen pólizas específicas para motos usadas, con condiciones adaptadas al valor de mercado.
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