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Opinión

David Sitjes denuncia el abandono institucional en Catalunya

Lunes, 14 de Abril de 2025 Tiempo de lectura:

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El marco normativo patrimonial en Catalunya, articulado a través de figuras como el BCIL (Bé Cultural d’Interès Local) o el BCIN (Bé Cultural d’Interès Nacional), proyecta una imagen de sistema sólido y comprometido con la preservación del legado histórico.

 

Sin embargo, este entramado jurídico contrasta de forma alarmante con la situación material de numerosos bienes inmuebles catalogados, muchos de los cuales se encuentran en avanzado estado de deterioro, abandono funcional y obsolescencia programada.

 

Uno de los actores que ha documentado y denunciado con mayor persistencia esta realidad es David Sitjes, investigador independiente, divulgador patrimonial y creador del proyecto Barbut Català (con más de 40.000 seguidores en sus redes sociales en menos de medio año). Su trabajo, centrado en la documentación crítica del patrimonio olvidado mediante el URBEX (urban exploration), constituye no solo un archivo visual alternativo, sino también una forma de interpelación política frente al colapso simbólico e institucional del modelo de protección patrimonial vigente.

 

La paradoja de la protección formal

 

Desde un enfoque técnico, la catalogación de un bien patrimonial debería activar automáticamente protocolos de seguimiento, dotación presupuestaria y planificación estratégica para su conservación, restauración y, si procede, su puesta en valor social.

 

En la práctica, tal como advierte Sitjes, sucede lo contrario: la protección actúa como un mecanismo de disuasión administrativa, bloqueando intervenciones comunitarias y al mismo tiempo sin generar respuesta institucional efectiva.

 

“Hay edificios catalogados con grado máximo de protección que se están cayendo literalmente a trozos, sin que nadie asuma responsabilidades”, afirma. Para él, la protección formal se ha convertido en un fin en sí misma: una operación estética sin correlato material. La acumulación de diagnósticos técnicos y catálogos inactivos alimenta la idea de que el patrimonio está protegido simplemente porque ha sido nombrado, ignorando que la protección sin acción es una forma sofisticada de negligencia institucional.

 

 

Disfunciones estructurales en el sistema patrimonial catalán

 

A través de más de 20 años de exploración sistemática, David ha mapeado los síntomas de un sistema patrimonial incapaz de sostener su propio discurso. La proliferación de normativas, inventarios y declaraciones públicas no ha ido acompañada de una política transversal de conservación efectiva. La descentralización competencial, la superposición de jurisdicciones (municipal, comarcal y autonómica) y la burocratización de los procedimientos administrativos impiden una gestión ágil y coherente.

 

“El patrimonio catalogado queda atrapado en un limbo jurídico: ni se puede tocar, ni se cuida, ni se fiscaliza”, explica el que muchos ya conocen como “el Senyor Barbut” de Lleida. Esta disfunción se agrava con la falta de fiscalización ciudadana y la ausencia de mecanismos de evaluación independientes que permitan verificar el cumplimiento de las obligaciones asociadas a la catalogación. En muchos casos, el colapso físico de un edificio catalogado no tiene repercusión legal ni administrativa, lo que da lugar a una normalización del deterioro patrimonial.

 

 

Más allá de lo político: crisis sistémica del modelo patrimonial

 

A diferencia de otros discursos que tienden a politizar el abandono, David insiste en separar su crítica de cualquier marco ideológico partidista. “Esto no va de siglas ni de colores. Es una cuestión estructural, transversal, que afecta a todos los niveles de la administración pública en Catalunya”, sostiene.

 

Su proyecto Barbut Català se ha consolidado como “una plataforma” de análisis crítico que interpela la lógica misma del sistema patrimonial, independientemente de los gobiernos de turno.

 

Sitjes identifica una paradoja estructural: cuanto más complejo y normativizado se vuelve el sistema de protección, menos capacidad de intervención real tiene. La hipertecnificación de la gestión patrimonial ha generado una cultura institucional más preocupada por la tramitación formal que por el impacto material.

 

Esto convierte la protección patrimonial en una suerte de retórica sin cuerpo, donde la visibilidad simbólica sustituye al compromiso sostenido con la memoria colectiva.

 

 

La catalogación como inmovilización legal

 

Uno de los aportes más relevantes de David Sitjes al debate patrimonial es su crítica al uso perverso de la catalogación. En su opinión, la declaración de protección, lejos de empoderar al bien, lo convierte en rehén de una normativa inoperante. Sin financiación asignada, sin mantenimiento garantizado y sin estrategias de activación social, el bien queda paralizado por su propio estatus legal.

 

“Es como si al etiquetarlo lo encerraras en una urna de cristal… pero con goteras”, ironiza.

 

Esta paradoja se manifiesta en la imposibilidad de actuar sobre el bien sin desencadenar una cascada de requerimientos administrativos, informes técnicos, autorizaciones cruzadas y procedimientos que, en última instancia, dificultan más que facilitan cualquier forma de intervención. Sitjes exige que la catalogación patrimonial venga siempre acompañada de una memoria económica, un plan de gestión y un calendario verificable. De lo contrario, el sistema sigue operando como una fábrica de falsas garantías.

 

Patrimonio invisible, relato ausente

 

Lo más grave, desde el punto de vista cultural, es que el deterioro físico del patrimonio catalán va acompañado de un proceso silencioso de erosión discursiva. La invisibilización mediática y la desatención académica hacia los bienes catalogados en riesgo alimentan una lógica de olvido institucionalizado. “Si ni los edificios reconocidos importan, imagina los que ni siquiera están catalogados”, advierte el Barbut Català.

 

El colapso simbólico es profundo: la falta de narrativas inclusivas, de proyectos educativos vinculados al territorio, de estrategias de apropiación comunitaria, convierte muchos espacios patrimoniales en no-lugares: inmuebles sin relato, sin función, sin vínculo social. Sitjes subraya que proteger el patrimonio no implica solo conservar ladrillos, sino también activar las historias que habitan esos espacios.

 

Y para ello se necesita una política cultural viva, participativa y arraigada en el territorio.

 

Desde su praxis constante, David Sitjes ofrece una crítica rigurosa y fundamentada al modelo patrimonial catalán. Su diagnóstico es claro: la catalogación, tal como se aplica en la actualidad, ha perdido su dimensión transformadora y se ha convertido en un mecanismo de legitimación burocrática sin eficacia real.

 

A través de Barbut Català (barbutcatala.cat), este influencer de 36 años propone no solo visibilizar el problema, sino generar una pedagogía visual y un espacio de debate abierto sobre el futuro del patrimonio. Frente a un sistema que confunde protección con pasividad, su trabajo evidencia que documentar, señalar y exigir es también una forma de intervenir. Porque la memoria, si no se cuida, no se conserva; y si no se conserva, se pierde.

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