Miércoles, 24 de Septiembre de 2025

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Reportajes: Angela Carrasco

Luisa Martín y Olivia Molina representan en "Malditos tacones" la emoción y resiliencia femenina con el eco de una tragedia griega moderna

“Son dos hermanas, una de las cuales engendra a la otra y, a su vez, es engendrada por ésta». ¿Quiénes son?"

Acertijo griego. (Edipo y la esfinge)

Sófocles

 

 

¡Qué experiencia tan gratificante ser testigos de un teatro “hasta la bandera”, como dirían algunos!

 

 Ayer en el teatro benaventano, la emoción por la cultura se palpaba en el ambiente, con una sala completamente llena para disfrutar de la obra “Malditos Tacones” de Pentación Espectáculos.

 

Esta compañía, que ya había traído a Benavente piezas tan memorables como “Cinco horas con Mario”, interpretada por la magistral Lola Herrera, o “Poncia”, protagonizada por Lolita Flores, se supera una vez más con esta nueva propuesta.

 

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El inicio musical, con la emblemática “Smile”, canción de la pluma de Charles Chaplin y popularizada por Nat King Cole, anticipó a los espectadores la mezcla de tristeza y la resiliencia que marcará el desarrollo de la historia.

 

 Asimismo, la obra hace una referencia al mundo griego, con el famoso acertijo planteado por uno de los personajes basado en la conversación de la esfinge y Edipo, que no solo sirve de preludio, sino que también refleja el planteamiento de la obra, sino que encapsula su complejidad emocional.  Aquí en este caso la respuesta del acertijo es totalmente distinta.

 

“Malditos tacones”, es a nuestro entender una tragedia griega moderna, en la que la seriedad del tema expuesto y los dilemas existenciales de los personajes nos transportan a un universo de angustia y reflexión. Los vaivenes de la proxemia entre los dos personajes femeninos nos muestran su vulnerabilidad emocional: la duda, el alejamiento, la aproximación, los susurros, gritos, preguntas, silencios, respuestas, la verdad.  A medida que la historia, avanzó la tensión creció, y se desvelaron secretos que, al ser revelados, se convirtieron en sorpresas de gran calado emocional.  

 

 

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Los “tacones”, símbolo eterno en la literatura, cine y música, como representación del empoderamiento femenino, cobran una dimensión aún más profunda en esta obra. Ambas protagonistas los portan, pero significados no muy distantes uno de otro. Una se los quita, vuelve a ponérselos, mientras que la otra nunca se los quita. Así, los tacones dejan de ser solo un objeto físico para convertirse en un reflejo de sus respectivos destinos y decisiones.

 

Estas dos mujeres, enfrentan un destino marcado por las sombras de un linaje. Una heredera de una poderosa familia empresarial española, la otra, una abogada de renombre, que, pese a sus aparentes disparidades, ambas se encuentran unidas por una relación que va más allá de los lazos sanguíneos, en donde la necesidad de sobrevivir, se convierte en una lucha constante.

 

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Es loable el trabajo realizado por las dos actrices, tras lograr que el público se mantuviese atento y absorbido por cada giro de la trama. Solo ellas. No hacía falta nadie más.  Luisa Martín, con su interpretación, reflejó su experiencia en tablas, asumiendo ese frio y calculador personaje, borrando toda rasgo personal para convertirse en Victoria.  El complejo baile emocional de su personaje, entre desmesura  y contención permitió que su performance, fuese muy creíble. Por su parte, Olivia Molina encarnó de manera genuina el personaje con la mayor la fragilidad emocional, permitiendo a los presentes entrar en su universo interior, y poder conocer su lucha y vulnerabilidad.

 

 

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La escenografía minimalista, compuesta por una sencilla mesa, un asiento, junto a una botella de cristal y dos copas, demuestra que la belleza no siempre está en la complejidad visual, sino en la simplicidad. Un elemento que no puede pasar desapercibido es la iluminación, imprescindible para poder contar esta historia, perfectamente sincronizada con la tensión dramática de la obra.

 

 Y como no mencionar esa gran plataforma giratoria, portadora de múltiples interpretaciones; con un techo que denotaba con su cambio de color, la intensidad de lo que acontecía entre esas dos mujeres. Para nosotros fue como una especie de cuadrilátero en el cual se pudo presenciar el enfrentamiento de dos contrincantes, y en donde la revelación de sus verdades, fueron los grandes puñetazos.

 

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En fin, “Tacones malditos, es una metáfora de los giros y las pausas de la vida, y de la capacidad de mantenerse en pie y seguir caminando.

 

 

 

Ficha técnica Malditos tacones

Actrices:

Luisa Martin: Victoria Burton

Olivia Molina:  María García

 

Autor texto- Guion:

 Ignacio Amestoy

 

Dirección y dramaturgia:

Magüi Mira Franco 

 

 Escenografía:

Curt Allen y Leticia Gañán

 

Iluminación:

José Manuel Guerra 

 

 

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