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La opinión de Antonio Vega

Cine y sociedad en Benavente, historia de un acontecimiento cultural que se resiste a desaparecer

Redacción Viernes, 13 de Diciembre de 2024 Tiempo de lectura:

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En Benavente ya no hay cines con proyección permanente

 

Para los amantes del cinematógrafo, como el que suscribe, nos resulta sumamente penoso comprobar que, de las cuatro salas de cine con las que llegó a contar esta ciudad, de manera estable y continuada, ya no exista ninguna. A pesar de que la última empresa dedicada a la proyección de películas en Benavente tuvo la genial idea comercial de dividir el salón principal en varios departamentos para proyectar películas, creando lo que modernamente se llama “Multicines”. Pero se nota que el negocio no era lo suficientemente rentable para seguir con su explotación de manera permanente, una vez cerrados por la jubilación de sus últimos dueños. Así que los aficionados al séptimo arte tienen que aprovechar las pocas semanas en las que, a lo largo del año, anuncian la reapertura de los “Multicines”, gracias al esfuerzo del Cine Club Fetiche con la colaboración del Ayuntamiento de Benavente.

 

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Lo anterior no quiere decir que actualmente los cinéfilos no puedan ver películas; al contrario, valiéndose de los medios que hoy la técnica pone a nuestra disposición, desde la televisión, las tablets, etc., por relativamente poco dinero, se pueden ver películas de los más variados géneros. Pero, comentarios aparte, ya no es lo mismo.

 

Continuando con lo nuestro, para recuerdo de los nostálgicos y amantes del cine de toda la vida, nombramos los cines desaparecidos de Benavente, que además de entretenernos y culturizarnos, nos daban refugio, principalmente, los días del gélido invierno.

 

 

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Según los voy recordando, estaban: el Cinema, en la C/ de la Rúa; el Gran Teatro, ahora Reina Sofía, felizmente restaurado y también dedicado a variedades escénicas. Los otros dos eran el Colisevm, que se reconvirtió en sala de fiestas, después en supermercado y actualmente sirve de sede para una peña. Finalmente, el Florida, en la C/ de los Herreros, también convertido en un bazar de los que, en la época de las pesetas, se titulaban “Todo a cien”.

 

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Si bien, como decimos antes, apoyado por alguna asociación cultural o municipal, se proyectan películas,  el cine en salas públicas, como fenómeno social que daba lugar a que la gente se pudiera comunicar haciendo comentarios tanto de la película como de los aconteceres de la vida social o personal, con los modernos sistemas podemos decir que casi ha desaparecido. Es decir, que del ritual de cada fin de semana para citarse en el cine, para charlar y comer unas “palomitas de maíz” en el ambigú de la sala, a los que hemos cumplido varias decenas de años ya no nos queda más que la nostalgia de algo que el tiempo se llevó.

 

En este sentido, como quiera que todo artículo reflexivo siempre contiene alguna base autobiográfica, no puedo continuar mi relato sin mencionar que, en mi pequeño mundo, sobre todo a partir de la pandemia del coronavirus, con la desaparición del cine y la consiguiente limitación de reunión, algo se rompió en la manera de vivir y disfrutar del ocio y de la compañía de mis recordados tertulianos, por ejemplo, del “Bar Harlem”, ahora cerrado.


 

 

 

 

Pinceladas sobre la historia menuda de Benavente

 

Siguiendo con el tema, el “Cinema”, junto con el Bar España, estaba ubicado en un edificio de la C/ de la Rúa, bastante próximo al Gran Teatro, también en la Rúa, cuya empresa, según la ocasión, representaba obras de teatro o proyectaba películas. El “Colisevm”, hoy dedicado a otros usos, si no me falla la memoria, se ubica en parte del solar del que fue “Monasterio de Sancti Spiritu”. Este cenobio, humilde y muy pobre, entre otras cosas, es célebre, en la historia de la ciudad, porque en él estuvo desterrada, por el gobierno progresista de Salustiano Olózaga, “Sor Patrocinio la de las Llagas”. Se cuenta que a visitarla vino su confesor y amigo, el que luego llegaría a ser San Antonio María Claret, a la sazón obispo de Cuba, y que predicó desde el púlpito central de la Iglesia de Santa María, cuyo tornavoz es un símbolo alusivo a la Fe y al Espíritu Santo.

 

De la influencia político-religiosa de estos dos personajes, en la corte de opereta de Isabel II, trata magistralmente en su trilogía “La corte de los milagros” D. Ramón María del Valle-Inclán.

 

Al final, por lo que respecta a las monjas de Sancti Spiritu, que, como decimos antes, por lo visto desde su fundación en el siglo XIV, salvo contadas ocasiones en las que recibían alguna donación, vivían muy pobremente, vendieron el convento y se trasladaron para otro monasterio, creo que para Villalobos.

 

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No menos interesante es la historia del actual Teatro Reina Sofía, que ocupa una parte del solar del que fue Monasterio de Santo Domingo, de la Orden de Predicadores o Pregonadores, como también se decía entonces. Su fundación fue promovida por el infante D. Sancho, quien luego, siendo rey, para darle grandeza y adecuado cobijo a los muchos monjes que acudieron a poblar el monasterio, pagándolas por su precio, expropió varias casas, dándole al cenobio unas dimensiones que iban desde la actual ronda de Madrid hasta cerca de la plaza de Santa María. El documento de la concesión de D. Sancho tiene la fecha de la era de 1317 que, haciendo el ajuste correspondiente, equivale al año de 1279.

 

Con estas y otras “mercedes”, concedidas por sucesivos monarcas, el Monasterio de Santo Domingo llegó a ser tan principal que, en algunas ocasiones, fue sede de varios concilios de la provincia eclesiástica de Santiago. Y así, en este ambiente de prestigio socio-religioso, vivió este célebre monasterio; hasta que, en los años 34-36 del siglo XIX, llegó la gran desamortización de los bienes eclesiásticos ordenada por el ministerio de Mendizábal.

 

Para llevar a cabo dicha desamortización en la zona de Benavente fue nombrado comisario D. Francisco Rodríguez Lobón. Y a fe que este personaje no perdió el tiempo en el desempeño de su cargo. Como primera medida, que ahora recuerde, entre otras propiedades, se quedó para sí con el Monasterio de Santo Domingo de Benavente. También intervino las propiedades del mobiliario eclesial, libros, cuadros, etc., de los monasterios de San Esteban de Nogales y del Valle en San Román.

 

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