"La Banqueta" de Telonaria Teatro cierra el telón del certamen con una conmovedora historia sobre la complejidad de la amistad
Para un pianista, la presencia de un piano es fundamental y vital para cumplir con su misión como artista. Sin embargo, en la obra que puso el broche de oro a la XXV Certamen Nacional de Teatro para Aficionados de Benavente, la ausencia física de este instrumento musical no restó valor a la experiencia.
La Banqueta, escrita por Gérald Sibleyras, fue presentada el pasado domingo por la agrupación Telonaria Teatro y abordó la historia de dos concertistas de piano a cuatro manos que, con una reputación consolidada, se preparan (por diligencia de su agente) en un pueblo idílico de los Alpes italianos llamado Schlern para un concierto en Japón. A medida que estos dos artistas trabajan codo a codo en una estancia exclusiva para músicos, el espacio se convierte en un campo de batalla emocional, donde los celos, la inseguridad y las rivalidades emergen.
La banqueta que comparten para tocar su instrumento común sirvió como espacio de convergencia entre los dos compañeros, convirtiéndose en uno de los principales problemas de su convivencia. Este taburete musical actuó como una eficaz metáfora que refleja la complejidad de las relaciones humanas y las difíciles dinámicas de la amistad. A medida que sus puntos de vista no concuerdan, comienza a disminuir su tamaño, hasta llegar al punto de desaparecer.
La relación entre ambos personajes, a lo largo del desarrollo de la obra, presentó altibajos que recuerdan las dinámicas armónicas de un piano, que a primera vista suelen ser apreciadas como armoniosas, pero ciertamente están compuestas por sonidos y caracteres muy distintos entre sí.
La comedia, marcada por su humor negro, brindó numerosos momentos hilarantes, un logro que se debe a la maestría de los actores en su presentación. Por un lado, Héctor Aparicio encarnó a uno de los genios del piano, un personaje reflexivo y meticuloso cuya interpretación de episodios paranoicos fue ejecutada magistralmente, capturando la complejidad de su lucha interna. En cambio, el segundo concertista, interpretado por Santiago Pérez, aportó una energía idealista y un deseo constante de nuevas experiencias y propósitos. Su representación de este personaje complementó perfectamente la dinámica de la obra, ofreciendo un contraste enriquecedor.
El talento y profesionalismo de estos dos actores fue palpable, y su actuación no dejó duda de que están a la altura de cualquier producción profesional. Este dúo logró transmitir la esencia emocional de sus personajes con impecabilidad. A pesar de la complejidad del contexto musical clásico y de los temas poéticos y filosóficos tratados, la actuación fue clara y accesible. Excelente actuación.
Tanto la propuesta escénica como la iluminación usada tuvieron un carácter sencillo pero efectivo, permitiendo que el público se sumergiera en la narrativa sin distracciones innecesarias, y que el centro de todo fueran las actuaciones.
La música que acompañó la obra, como la Danza Húngara No. 5, así como el Preludio de la Suite para Violonchelo No. 1 en Sol mayor, BWV 1007 de Bach, usado para evocar el espíritu del famoso y fenecido violonchelista Rostropovitch (quien, según el guion, también disfrutó de esa estancia y preparó sus conciertos ensayando en esa exclusiva estancia), enriqueció aún más la experiencia sensorial del espectador.
De la obra hemos aprendido mucho más de lo que inicialmente podríamos haber esperado. No solo descubrimos que Rostropovitch fue un destacado músico de renombre o que Schlern es un encantador pueblo de los Alpes italianos. También aprendimos, la importancia de la empatía: esa valiosa capacidad de "ponerse en los zapatos del otro". Este concepto que trasciende el mundo de la música y que se convierte en un valor esencial, tanto para los grandes genios de la música como para los simples mortales.
Autor
Gérald Sibleyras
Adaptación
Paco Mir
Actores:
Concertista Vladimir Znanzky: Héctor Aparicio
Concertista Pablo Bellido: Santiago Pérez
Dirección
Laura Pericio
Ayudante de dirección
Julián Garrido
Santiago Pérez
EQUIPO TÉCNICO
Iluminación
Álvaro Ramos
Sonido
Santi Pérez
Diseño de escenografía y tramoya
Luis Ángel Aparicio
Composición musical
Sergio Pérez Matías
Vestuario
Juli González y Ceci Ungidos
Fotografía
Hernar Urbón
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