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La opinión de Antonio Vega

Las Ferias de Septiembre de Benavente. Hagamos un poco de historia

Juan Antonio Vega Casado Jueves, 26 de Septiembre de 2024 Tiempo de lectura:

Una de las novedades de las ferias de este año es que, al contrario de antes, que invariablemente coincidían con la semana de la celebración de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre, ahora el acontecimiento se ha adelantado a los últimos días de agosto y primeros de septiembre. A tenor de los tiempos que vivimos, al menos comercialmente, la fecha parece resultar adecuada

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Otra novedad ha sido que, antes de la pandemia de la “era del covid”, invariablemente, el Concurso-Feria Exposición de Ganado, Maquinaria Agrícola, Automóvil y Productos de la Tierra se celebraba en el pabellón y exteriores del Mercado Regional de Ganado. Esta vez, se trasladó el acontecimiento a las calles y plazas de la propia villa. Dado que los tiempos han cambiado y, en consecuencia, los recursos técnico-industriales, mercantiles y ciertas necesidades de los habitantes de la ciudad y sus comarcas son bastante distintos de los de hace unos años, puede que la medida tomada por los munícipes de la villa para instalar la feria en el centro urbano no sea desacertada. Porque, si reflexionamos un poco, todo en la vida tiene su momento y cada cosa requiere su tiempo, y en este sentido, a nuestras ferias de septiembre parece que les ha llegado su tiempo y momento de cambio. No obstante, la parte de la exposición que pude contemplar, consistente, entre otras cosas, en utensilios y artículos de uso y consumo, evocaron en mi memoria la historia de las tradicionales ferias y mercados de la prestigiosa villa o ciudad de Benavente.

 

 

Así cuenta la historia que:

Por merced del rey Don Alfonso X el Sabio, se le concede privilegio por el que “se hace merced a Benavente de una feria franca cada año, tres semanas después de la Resurrección”. Esta concesión, con algunas variaciones debido al ajuste de los años de la era hispánica con el calendario gregoriano, podría situarse en torno al año de 1290.

 

Por nuestra parte, aceptando como cierta y buena la concesión de Don Alfonso X el Sabio, encontramos que, años antes, posiblemente en unas cortes reunidas en Benavente, el rey Fernando II de León, entre otras concesiones y ordenanzas para el buen gobierno, concede a su querida villa de Benavente un privilegio que, entre otras cosas, ordena a los regidores de la villa: “Que cuiden de la salud y provecho de los pueblos”, entendiéndose como tales los comprendidos en las seis merindades que entonces conformaban el territorio de Benavente. Para lo cual, se añade que “den a conocer la prohibición de cazar y pescar en tiempos de veda (...)”. Además, que: “Para proveerse el común de los habitantes de todo lo necesario para la buena conservación de una sociedad pública, disfrutará la villa todos los jueves del año de unos abundantes mercados donde se mercadeará con mucha proporción el trigo y demás géneros. Se abastecerán todos los pueblos de la comarca, haciéndose por este medio de comunicación la felicidad de que irremediablemente carecían por no hallarse otra parte igual en muchas leguas donde con tanta abundancia pudieran surtirse (...)”. Además, goza la villa de otros mercados grandes o ferias los días de Reyes, San Antonio Abad, la Purificación de Nuestra Señora, Ascensión y Corpus. Y, de aquí en adelante, todos los jueves hasta San Miguel, en los que se hacía “un franco comercio para utilidad de todos los pueblos, se vendía el ganado vacuno, mular y caballar”. Asimismo, los paños, lanas, estameñas, zapatos variados, quesos, pescados salados y frescos… etc.

 

Al hilo de lo anterior, hacemos notar que, desde que se sustituyó la tracción animal por la fuerza motriz para realizar las labores del campo, las ferias de ganado ya tienen poca razón de ser. De aquí el oportuno cambio que ya se vislumbra a partir de las últimas pasadas ferias de septiembre.

 

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FERIA FRANCA: PLEITO DE LOS MERCADERES DE TAMAJÓN CON EL MUNICIPIO DE BENAVENTE

 

Con el fin de documentar uno de mis libros, que aún no he publicado, en uno de mis viajes por tierras de Castilla la Nueva, vine a parar a un pueblo de la provincia de Guadalajara llamado Tamajón. Sucedió que aquel mismo día de primavera se celebraba en dicho lugar una feria de características y mercancías propias de las que ahora denominan “mercados medievales”. Aquí, entre las actividades mercantiles y lúdicas de la feria, había una exposición de documentos históricos de diverso contenido. Todos en vitrinas y protegidos por un cristal, por cierto, no muy transparente. Entre la galería de documentos, llamó mi atención uno que despertó especialmente mi curiosidad e interés, el cual, por lo que pude leer, se refería a un pleito que los arrieros y mercaderes de Tamajón habían planteado ante la corte del rey Felipe III contra el ayuntamiento de Benavente. El motivo alegado era que el corregimiento de esta villa les cobró indebidamente a los alcarreños portazgo o alcabala. Estos eran, entonces, impuestos que los ayuntamientos cobraban a quienes accedían a la feria a vender alimentos y otra clase de mercaderías.

 

Seguro que alguno de los posibles lectores de este artículo recordará los antiguos fielatos que, en su día, suprimió un ministro del dictador Franco, creo recordar que se llamaba Camilo Alonso Vega. El obsoleto impuesto era a todas luces injusto, puesto que lo pagaban los pobres consumidores y no los ricos industriales que producían o comerciaban los alimentos y bebidas. Decimos que portazgo, poco más o menos, era el que el concejo de Benavente quería cobrar a los arrieros de Tamajón. Pero estos, sintiéndose agraviados, recurrieron a la justicia del rey. Según lo que pude leer en su petición, como alegato principal, invocaban el carácter de Ferias Francas con el que los reyes leoneses y castellanos habían dotado a las ferias de Benavente. Naturalmente, la corte de justicia de Felipe III, examinado el caso, le dio la razón a los de Tamajón.

 

 

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NEGATIVA DE LA SECRETARIA

 

Como digo antes, visto el interés del documento, pedí y hasta supliqué a la secretaria encargada del archivo municipal de Tamajón y sus anejos que me permitiera, aunque fuera a través del cristal de la vitrina, fotografiar el documento. Se negó en redondo, dijo que los documentos eran exclusivos del municipio. Insistí en mi petición, ahora argumentando que, al fin y al cabo, éramos paisanos en tierras de la Alcarria; ella era de Astorga y yo de Benavente, y que residía cerca del “Camino de Maragatos”, que solía recorrer para ir a comprar mantecadas a Astorga. Al contrario de lo que yo esperaba, este humorístico dicho no le hizo ni pizca de gracia.

 

Por lo cual, desistí de mi empeño de fotografiar un documento gráfico que, para los amantes de la cultura e historia, representa un claro testimonio del carácter nacional de las prestigiosas Ferias y Mercados Francos de la no menos prestigiosa villa de Benavente.

 

 

 

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