El empleo
Hoy se mira a esa España rural en la que cupimos casi todos y de la que, por unas u otras cosas, tuvimos que salir en busca de las expectativas que allí se nos negaban. Ahora, afortunadamente, se ve en esa posible vuelta el antídoto para los males que la modernidad plantea a quienes viven en las grandes ciudades, pero no hay ninguna posibilidad de acogimiento en los pueblos si no se dispone de empleo y de vivienda. Ninguna.
Es cierto que muchos certifican que en el rural hay más oportunidades que nunca, y también menos problemas que nunca. Sin embargo, una mirada realista nos dice que quizás no sea del todo así y que, al menos de momento, no existe tal bálsamo de fierabrás. De entrada, es preciso reconocer que la vida en el campo nunca fue un parque temático y ahora tampoco lo es, por mucho que en las campañas electorales los políticos se acerquen a él para hacerse fotos o realicen en sus explotaciones las tournée de rigor. Es más, la España interior arrastra aún todas las heridas causadas por el éxodo de sus gentes: emigración al continente americano, a Bélgica, Alemania, Suiza, Francia, a las grandes ciudades españolas… Aquel gran humanista, cuyos múltiples trabajos reconoció el campo y la ciudad, Juan Antonio Labordeta, puso voz quejosa a esa desbandada rural en su mítica canción “A varear la oliva” (1981). Permítanme recordar unos versos del lamento de aquel anciano al contemplar a su nieto en una jornada de trabajo en el campo: “A eso del mediodía/ y el sol subido/ detenemos el tajo/ para un respiro/ y entre bocado y trago/ contemplo al chico/ que el día que madure se irá contigo. / Contigo a no sé dónde/ aquí no hay sitio/ ni lugar ni trabajo/ para este crío.”. Quizás en España se llegó demasiado lejos, pero damos por buena la idea de que las circunstancias han cambiado y que estamos en una coyuntura socioeconómica distinta.
El modelo de economía circular traerá oportunidades al mundo rural con el llamado empleo verde: mantener o restaurar el medio natural, un pujante sector primario con garantía ecológica y de calidad, mantenimiento y gestión del monte, energías renovables, pequeñas industrias de primera y segunda transformación, el valor añadido de productos de autor como miel, mermeladas, conservas, viticultura, quesos… turismo de naturaleza, enológico, artístico, cinegético, de pesca…. Son actividades que han de venir de la mano de esos pobladores que llegarán dispuestos a echar raíces con un proyecto de emprendimiento debajo del brazo, o decididos a tomar las nuevas oportunidades laborales; en todo caso, decididos a recorrer el camino contrario que hicieron sus padres o abuelos.
En esa decisión ya no estarán solos. A lo largo y ancho del territorio trabajan iniciativas, con financiación institucional y/o voluntariado que ofrecen un valioso servicio puente (campo-ciudad) de asesoría, intermediación entre particulares, entidades locales o empresas ya radicadas. Estos grupos tienen el marchamo de proyectos, plataformas, Centros de Desarrollo Rural… y nombres tan inconfundibles como “Vente a vivir al pueblo”, “Yo repueblo”, “Rural Job”, “Proyecto Rurallizatian”, “Abraza la tierra”, “Pueblos acogedores” o profesionales del desarrollo local (ADL) que trabajan sobre el terreno y en la red con la finalidad de asegurar la rápida trasmisión de las necesidades de las empresas, las posibilidades de financiación de proyectos novedosos, cooperativas, el ofrecimiento de negocios abocados al cierre por jubilación de sus titulares… a esos urbanitas que buscan un cambio en sus vidas, a los jóvenes que desean emprender en el rural con menores costes, a los profesionales que pueden teletrabajar, a quienes desean ejercer labores de artesanía, artes plásticas, literatura…
Desde el ámbito universitario también se contribuye a la causa con estudios rigurosos que apuntan nichos de empleo, posibilidades objetivas de autoempleo, estudios de mercado para pequeñas empresas… La Universidad de Valladolid señala algunas tareas imprescindibles que suponen una seria llamada a la responsabilidad de la política. Dice su departamento de Geografía que, además de mejorar la conectividad, es necesario ir un paso por delante desplegando el 5G en las zonas rurales, tener viviendas disponibles, cambiar el concepto de rentabilidad económica por el de Rentabilidad social, adaptar las cualificaciones profesionales a las necesidades del territorio, facilitar la coordinación efectiva de los agentes que intervienen, financiar campañas destinadas a los jóvenes sobre cualificados de la ciudad señalando las potencialidades de las áreas rurales, extender a todas las CCAA el modelo ERASMUS Rural, establecer el doble empadronamiento como forma de computar la población flotante al planificar los servicios, abordar la fragmentación político-administrativa potenciando las comarcas y las mancomunidades, reducir drásticamente la burocracia que ahoga el rural, tratar de forma desigual lo que en realidad es desigual (medio urbano-medio rural), ofrecer una fiscalidad bonificada para las empresas y personas que se instalen en el rural… Unas propuestas que, bien mirado, suponen una enmienda a la totalidad del trabajo de las administraciones que se empeñan en abordar la problemática del rural de forma sectorial, en lugar de hacerlo de manera integral como se debiera.
Todo apunta a que este ha de ser el camino, pero en las orillas siguen estando las dificultades. En definitiva, se precisa un modo de ganarse la vida y una casa donde vivirla. En “román paladino”: transferencia de más recursos de la ciudad al rural, ordenación específica para estos territorios y una discriminación positiva que ayude a resolver la contradicción de un país que, de manera global, aumenta su población un dieciséis por ciento en los últimos años, al tiempo que trece de sus provincias pierden efectivos de forma significativa y sostenida.
Resulta obvio que concurren muchos factores en la postración que vive en el medio rural, pero, esencialmente, mientras no haya empleo y posibilidades reales de encontrar vivienda seguiremos en aquello que escribió el maestro Labordeta hace cuarenta y cinco años: “Aquí no hay sitio/ ni lugar ni trabajo/ para este crío”. //
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