La leishmaniasis es una enfermedad causada por unos parásitos microscópicos llamados leishmanias, que se transmiten por la picadura de unos insectos conocidos como flebótomos
![[Img #188552]](https://interbenavente.es/upload/images/02_2024/3746_leismaniasis-mascotas.jpeg)
Esta enfermedad puede afectar tanto a los humanos como a los animales, especialmente a los perros, que son los principales reservorios del parásito. La leishmaniasis puede manifestarse de diferentes formas, desde lesiones en la piel hasta problemas graves en los órganos internos. En este artículo, te explicaremos qué es la leishmaniasis, cómo se contagia, cuáles son sus síntomas, cómo se diagnostica y cómo se trata. También te daremos algunos consejos para prevenir esta indeseable enfermedad y proteger a tu mascota.
¿Qué es la leishmaniasis?
La leishmaniasis es una enfermedad infecciosa que afecta a la piel y las mucosas, o a los órganos internos, dependiendo de la especie de leishmania que la cause. Existen más de 20 especies de leishmanias, pero las más importantes desde el punto de vista veterinario son:
- Leishmania infantum: es la responsable de la leishmaniasis visceral, la forma más grave de la enfermedad, que afecta al hígado, el bazo, la médula ósea y otros órganos. Es la más frecuente en Europa, África y Asia.
- Leishmania tropica: es la causante de la leishmaniasis cutánea, la forma más común, que produce úlceras en la piel que pueden dejar cicatrices. Se encuentra sobre todo en Oriente Medio, el norte de África y Asia Central.
- Leishmania braziliensis: es la responsable de la leishmaniasis mucocutánea, que provoca la destrucción de las membranas mucosas de la nariz, la boca y la garganta. Se localiza principalmente en América del Sur y Central.
Los leishmanias son protozoos, es decir, organismos unicelulares que se alimentan de otras células. Para completar su ciclo de vida, necesitan dos hospedadores: uno vertebrado, como el perro o el humano, y otro invertebrado, como el flebótomo. El flebótomo es un insecto pequeño, de unos 2 o 3 milímetros de longitud, que se parece a un mosquito, pero tiene el cuerpo más peludo y las alas más cortas. Los flebótomos se alimentan de sangre, y al picar a un animal o a una persona infectada, ingieren los leishmanias, que se multiplican en su aparato digestivo. Luego, al picar a otro animal o persona, los transmiten a través de su saliva, iniciando así la infección.
¿Cómo se contagia la leishmaniasis?
La leishmaniasis se contagia principalmente por la picadura de los flebótomos infectados, que suelen ser más activos al atardecer y al amanecer, y que prefieren los ambientes cálidos y húmedos. Los flebótomos pueden picar tanto dentro como fuera de las viviendas, y pueden volar hasta varios kilómetros de distancia. Por eso, la leishmaniasis es más frecuente en las zonas rurales y periurbanas, donde hay más vegetación y animales silvestres que pueden actuar como reservorios del parásito.
La leishmaniasis no se transmite directamente de un animal a otro, ni de un animal a una persona, salvo en casos muy excepcionales, como por ejemplo, por transfusiones de sangre o trasplantes de órganos. Tampoco se transmite por el contacto con las lesiones cutáneas de los animales infectados, ya que los leishmanias no se encuentran en la superficie de la piel, sino en el interior de las células. Sin embargo, se recomienda evitar el contacto con las heridas de los animales enfermos, por higiene y por precaución.
¿Cuáles son los síntomas de la leishmaniasis?
Los síntomas de la leishmaniasis dependen de la forma clínica de la enfermedad, que a su vez depende de la especie de leishmania, del estado inmunitario del animal y de otros factores. Los síntomas pueden aparecer desde unas semanas hasta varios años después de la picadura del flebótomo, y pueden variar desde una infección asintomática hasta una enfermedad mortal.
Leishmaniasis visceral
La leishmaniasis visceral es la forma más grave de la enfermedad, y se caracteriza por una afectación sistémica de los órganos internos. Los síntomas más frecuentes son:
- Pérdida de peso y de apetito
- Fiebre intermitente o persistente
- Aumento del tamaño del abdomen, debido a la inflamación del hígado y del bazo
- Anemia, que se manifiesta por palidez de las mucosas, debilidad y cansancio
- Alteraciones en la coagulación de la sangre, que pueden provocar hemorragias nasales, bucales o intestinales
- Insuficiencia renal, que se traduce en aumento de la sed y de la orina, o disminución o ausencia de orina
- Infecciones secundarias, como neumonía, otitis, conjuntivitis o dermatitis, debido a la disminución de las defensas
Leishmaniasis cutánea
La leishmaniasis cutánea es la forma más común de la enfermedad, y se caracteriza por una afectación de la piel. Los síntomas más frecuentes son:
- Lesiones cutáneas, que pueden ser únicas o múltiples, localizadas o diseminadas, y que suelen aparecer en las zonas expuestas al flebótomo, como la cabeza, las orejas, el hocico, las extremidades y el abdomen. Las lesiones pueden ser de diferentes tipos, como nódulos, placas, úlceras o costras, y pueden estar rodeadas de pelo o sin pelo. Las lesiones pueden cicatrizar espontáneamente o persistir durante meses o años, y pueden dejar marcas o deformidades.
- Alteraciones en el pelo, como alopecia, adelgazamiento, cambio de color o pérdida de brillo
- Alteraciones en las uñas, como engrosamiento, deformación o rotura
- Alteraciones en la piel, como sequedad, descamación, pigmentación o engrosamiento
Leishmaniasis mucocutánea
La leishmaniasis mucocutánea es la forma menos frecuente de la enfermedad, y se caracteriza por una afectación de las mucosas de la nariz, la boca y la garganta. Los síntomas más frecuentes son:
- Lesiones mucosas, que pueden ser úlceras, erosiones, costras o vegetaciones, y que suelen aparecer en la nariz, el paladar, los labios, las encías o la lengua. Las lesiones pueden sangrar, supurar o infectarse, y pueden causar dolor, dificultad para comer o respirar, o mal aliento. Las lesiones pueden progresar y destruir los tejidos, provocando perforaciones, fisuras o mutilaciones.
- Lesiones cutáneas, que pueden ser similares a las de la leishmaniasis cutánea, y que suelen acompañar a las lesiones mucosas.
¿Cómo se diagnostica la leishmaniasis?
El diagnóstico de la leishmaniasis se basa en la combinación de varios elementos, como la historia clínica, el examen físico, las pruebas de laboratorio y las pruebas de imagen. Estas son algunas de las pruebas que se pueden realizar para confirmar la leishmaniasis:
- Análisis de sangre: se puede medir el nivel de anticuerpos contra el leishmania, que indica si el animal ha estado en contacto con el parásito, pero no si está activo o no. También se puede medir el nivel de proteínas inflamatorias, que indica si hay una respuesta inmunitaria contra el parásito. Además, se puede evaluar el estado general del animal, como el número de glóbulos rojos, blancos y plaquetas, el funcionamiento del hígado y del riñón.
- Análisis de tejidos: se puede tomar una muestra de tejido afectado por el parásito, como la piel, el bazo, el hígado o la médula ósea, y examinarla al microscopio o mediante técnicas moleculares, como la PCR, que detectan el ADN del leishmania. Estas pruebas son más específicas y sensibles que el análisis de sangre, pero requieren una mayor complejidad y un mayor riesgo para el animal. • Pruebas de imagen: se pueden realizar radiografías, ecografías o resonancias magnéticas para observar las posibles lesiones internas que pueda causar el parásito, como el aumento de tamaño de los órganos, la presencia de quistes, la pérdida de masa muscular, etc. Estas pruebas son útiles para evaluar la gravedad de la enfermedad y el pronóstico del animal.
¿Cómo se trata la leishmaniasis?
El tratamiento de la leishmaniasis depende de la forma clínica de la enfermedad, de la gravedad de los síntomas y de las condiciones del animal. El objetivo del tratamiento es reducir la carga parasitaria, controlar la inflamación, mejorar la calidad de vida y prevenir las recaídas. El tratamiento se basa en tres pilares:
- Tratamiento farmacológico: se administran medicamentos veterinarios específicos contra el leishmania, como el antimoniato de meglumina o el miltefosina, que actúan directamente sobre el parásito y lo eliminan o lo debilitan. Estos medicamentos se suelen combinar con otros fármacos que modulan la respuesta inmunitaria, como la alopurinola o el domperidona, que evitan que el parásito se reproduzca o se esconda en las células. El tratamiento farmacológico suele durar entre 4 y 6 semanas, y se debe seguir bajo la supervisión de un veterinario especializado, que ajustará las dosis y el tipo de medicación según la evolución del animal.
- Tratamiento de soporte: se trata de mejorar el estado general del animal, corrigiendo las alteraciones que pueda presentar, como la anemia, la deshidratación, la insuficiencia renal, las infecciones secundarias, etc. Para ello, se pueden administrar suplementos nutricionales, fluidoterapia, transfusiones de sangre, antibióticos, antiinflamatorios, etc. El tratamiento de soporte es fundamental para aliviar el sufrimiento del animal y aumentar sus posibilidades de recuperación.
- Prevención de la transmisión: se trata de evitar que el animal infectado pueda transmitir el leishmania a otros animales o a las personas, mediante el uso de medidas de protección contra los flebotomos, que son los insectos que transmiten el parásito. Estas medidas incluyen el uso de antiparasitarios como collares, pipetas o sprays repelentes para animales, la colocación de mosquiteras en las ventanas, el evitar que el animal salga al exterior durante las horas de mayor actividad de los flebotomos (al atardecer y al amanecer), etc. También se recomienda realizar controles periódicos al animal para detectar posibles recaídas o complicaciones.


Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.4