Es una realidad apreciable a simple vista que el verano procura un desgaste y, a veces, un daño excesivo en la piel. Es habitual que durante estos meses la exposición al sol aumente, resecándola, también se suele someter a cambios bruscos de temperatura, ya sea por el calor en la calle como por el frescor de los aires acondicionados, o por los frecuentes baños, en agua salada o con cloro… La realidad es que todas estas acciones tienen una repercusión directa en el aspecto del cutis.
De todas las actividades que se hacen en verano, el efecto de los rayos solares sobre la epidermis es lo que más efecto negativo produce. Esta incidencia directa sobre la piel produce envejecimiento y, aunque las arrugas pueden generarse por muchos factores, este es, sin lugar a dudas, el mayor de sus enemigos. Es necesario, por tanto, conocer y aplicar medios que la cuiden y protejan, especialmente durante estos meses.
Cómo afecta el verano a la piel
La aseveración “el verano es uno de los mayores peligros para la piel” no es en absoluto baladí. Es un hecho que es la época en la que más sufre, en buena medida por la acción de los rayos U.V. del sol. Sin embargo, en los últimos tiempos y en lo que queda por venir, la incidencia es mayor, pues los aumentos de temperatura extremos, derivados del cambio climático, afectan más que nunca a la salud de la epidermis.
Como norma general, si no se tiene la suficiente precaución, la radiación solar podrá producir desde rojeces hasta picores, descamación e incluso efectos mucho más negativos, como el fotoenvejecimiento o el temido cáncer que se producirá a largo plazo.
La relación sol y piel es inevitable según Medline Plus, la revista especializada en salud que señala la importancia de este contacto para la producción de la vitamina D y de la melanina que protege la piel de su acción ultravioleta. Sin embargo, con una sobre exposición, como suele ocurrir en verano, da lugar a quemaduras en las que se dañan e incluso matan las células más interiores de la piel.
Un factor que colabora en este daño a las capas más internas es la sudoración, una acción habitual de la piel para mantener el cuerpo dentro de ciertos parámetros de temperatura, pero que hace que la epidermis se deshidrate, aumentando la humedad corporal que facilita, a su vez, la entrada de infecciones.
Qué hacer para cuidar la piel en verano
Entre las actividades que son aconsejables desarrollar para que durante estos meses el tejido que protege el organismo de las condiciones externas se mantenga fortalecido y con un buen aspecto, merecen ser destacadas las siguientes.
Cuidar de la alimentación
Pocas verdades se mantendrán vigentes a lo largo de la historia de la humanidad como la que dicta la frase: “somos lo que comemos”. Es un hecho que lo que se ingiere actúa directamente en la salud de las personas y, por tanto, se verá reflejado en la piel. En este sentido, comer fruta, vegetales, y alimentos con abundantes minerales, antioxidantes y vitaminas al tiempo que se disminuye el consumo de carne, se torna de los mejores consejos posibles para fortalecer la epidermis.
Profundizando un poco más, se debería saber que la vitamina E es una de las más importantes para la regeneración celular, esencial para las defensas en la piel. Esta vitamina se localiza en los pescados, en los aceites, en los frutos secos y en vegetales como los espárragos, el brócoli, las espinacas, el tomate o la zanahoria.
En cuanto a la ingesta de líquidos se deberá reducir en todo lo posible las bebidas alcohólicas, con gas y azucaradas. Lo mejor en cualquier caso es aumentar el consumo de agua.
La higiene de la piel
Solo manteniendo una piel limpia y aseada se logrará prevenir los eritemas, las infecciones y se evitará incidir en la deshidratación. Sin embargo, no por ello hay que ducharse todos los días, ni utilizar productos químicos ni perfumados, lo más aconsejado es que se usen cuanto más naturales y ecológicos mejor, de este modo, la piel sufrirá menos irritaciones. Sí que habrá que considerar el tipo de piel que se tenga y utilizar productos específicos para ella. La exfoliación también es un factor a considerar, pues facilitará su oxigenación.
La hidratación, el descanso y la protección solar
No es necesario mencionar la importancia de una buena hidratación, no solo a través de la ingesta de agua, sino, también, gracias a las comidas e incluso con el uso adecuado de determinadas cremas y lociones. Estos hidratantes externos se deberán aplicar después del baño o la ducha, tras una exposición al sol y de noche. En relación a las cremas, las destinadas a la protección solar también tienen importancia, aunque hay que incidir en la necesidad de que sean ecológicas, que no afecten negativamente sus químicos a la piel y se degraden de forma natural en los ecosistemas marinos, sin perjudicarlos.
Por último, cabe mencionar el valor del sueño, ya que durante las horas de descanso y sueño las células tienen tiempo de sobreponerse, reproducirse y fortalecerse. Se recomienda dormir una media de entre 7 y 8 horas para contrarrestar los efectos del sol en la piel.
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