Día Martes, 28 de Octubre de 2025
Había algo mágico en los ojos de Esperanza Cuervo Casado mientras celebraba su centenario, cumplido el pasado día 5 de julio, rodeada de sus seres queridos esta mañana en el restaurante California. Miradas llenas de admiración hacia una mujer que, a lo largo de su vida, había demostrado una fuerza y una belleza inigualables
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Esperanza, hija mayor de Aurea Casado y Antonio Cuervo, conocido cariñosamente como "Antonio Maciste", había sido el faro que guiaba a su familia durante un siglo de desafíos y triunfos. Desde muy joven, se vio inmersa en la crianza de sus ocho hermanos, cinco mujeres y tres varones. Aunque en la actualidad solo vivían cuatro de sus hermanas, el vínculo que los unía era inquebrantable.
En tiempos difíciles, durante la guerra, Esperanza no se acobardó. A pesar de ser apenas una niña, se adentró en el mundo del trabajo en la fábrica de bombas y más tarde en la fábrica de sacos de Benavente. La valentía que mostró en aquellos momentos oscuros se convirtió en una chispa que ardería dentro de ella toda su vida.
Fue durante aquellos años de trabajo y sacrificio cuando el destino le presentó a Heraclio Cocho, también conocido como "Cocho el policía". Heraclio era un hombre apuesto y de buen corazón, que se convirtió en el amor de la vida de Esperanza. Juntos, llevaron adelante el quiosco de la estación del Ferrocarril, un lugar lleno de historias y recuerdos en los tiempos en que los trenes aún pasaban por Benavente.
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De aquel amor, nacieron dos hijas: la mayor, Esperanza, cariñosamente apodada Peranchy, y la pequeña, María Jesús. El árbol genealógico se extendió con la llegada de un nieto y una nieta, convirtiendo a Esperanza en el epicentro de una familia unida por grandes lazos.
A lo largo de su vida, Esperanza nunca ha dejado de cuidar de sí misma. Siempre fue coqueta y hermosa, con un brillo natural que iluminaba su rostro. En su bolso nunca falta una barra de labios, pues considera que cada día merece ser recibido con una sonrisa impecable, sin necesidad de espejos ni artificios.
Pero más allá de su apariencia física, el mayor legado de Esperanza era su dedicación inquebrantable a su familia. Su amor incondicional, su tiempo y cuidado son un preciado regalo para aquellos que la rodean. A lo largo de los años, siempre ha sido un faro en los momentos oscuros, asegurándose de que los suyos supieran que ella estaba allí para ellos, con su sonrisa cálida, los labios pintados y la sabiduría que los años la han ido dando.
En este día tan especial, las hijas de Esperanza deseaban expresar su gratitud y amor a una madre que había dado tanto de sí misma. La celebración del centenario era solo una forma de honrar y reconocer la belleza única de una vida vivida con pasión y entrega. Tan solo cuatro palabras resumen lo que sienten en este día “Gracias mamá, te queremos”.
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