Igualdad de género y lenguaje
Mañana se recuerda en todo el mundo que la igualdad es una causa legítima que asiste a las mujeres. Parece que esta fecha coincide con las primeras huelgas, con reivindicaciones específicamente de género, convocadas en 1857 y 1908. En el año 1975 la Asamblea General de las Naciones Unidas fija el 8 de marzo para que, en todo el mundo, se recuerde la exigencia inaplazable de igualdad entre mujeres y hombres.
Practicar y exigir que sea hagan realidad este derecho se ha convertido en una prioridad de las sociedades actuales, no en vano el 49.5% de la población mundial son mujeres. Afortunadamente, España se ha colocado en la avanzadilla de los países más comprometidos con este objetivo y puede decirse, en general, que la nueva ciudadanía repudia cualquier violencia o discriminación por razón de sexo. Eso no quiere decir que convivamos pacíficamente con frecuentes episodios de violencia machista, demasiadas brechas discriminatorias o absurdos techos de cristal que dificultan la contribución de la mujer a mayores avances sociales. Esta misma semana hemos conocido que siete de cada diez nuevos parados, por causas covid19, son mujeres.
Esta es una batalla “incruenta”, a veces no tanto, que están librando las mujeres y muchísimos hombres, pero en éste “y yo más” podemos caer en el absurdo al abordar algunas avanzadillas con un lenguaje pretendidamente igualitario. Y no, tampoco la lengua española se libra de ese tipo de extravagancias a pesar de las múltiples recomendaciones de los filólogos.
Desde la rechifla general del famoso miembros y miembras de la entonces ministra Bibiana Aido, el jóvenes y jóvenas de Carmen Romero o los palabros de la portavoza Irene Montero (la RAE avala esos femeninos, como expresiones ajustadas al sistema de conversión del masculino), se han venido sucediendo anécdotas sabrosísimas buscando, de manera “pintoresca”, un lenguaje que no pueda ser tildado de machista. Pero bueno, dejando a un lado expresiones un tanto histriónicas, constatamos que se han abierto grandes avances en materia de igualdad, en coeducación, en relaciones laborales, en representación política y sindical, en los roles de familia y, cómo no, también en el uso de un lenguaje mucho más inclusivo.
La industria editorial española es una palanca poderosa para ese cambio lingüístico: mueve cientos de millones de euros y se orientan al influyente mercado latinoamericano, pero tampoco ahí es todo pacífico. Algunos editores y muchos técnicos no comparten el modelo de reeducación a través de la literatura tradicional. El editor José Díaz habla de que “reinventar los clásicos para ser políticamente correctos, es como poner puertas al campo porque cada época genera sus propios relatos y corregirlos no tiene ningún sentido”. María Castillo, editora de SM, en la misma línea afirma: “No creo necesario llevar las cosas al extremo. Hay que educar las emociones, los sentimientos, pero nunca imponiendo”. De igual forma se manifiesta la escritora Begoña Ibarrola en unas jornadas sobre Igualdad: “… los textos tradicionales no deben cambiarse, pero los adultos deben mostrar que algunos aspectos son inadecuados”. Desde luego, esto no afecta a las nuevas creaciones literarias.
Los departamentos ministeriales competentes, los autonómicos, las concejalías de ayuntamientos, los sindicatos, las coordinadoras y colectivos feministas… han puesto a disposición de la ciudadanía numerosas guías para fomentar la igualdad entre hombres y mujeres. En ellas no sólo se denuncia el sexismo de los productos audiovisuales, de los programas de radio y televisión, de los pronunciamientos políticos... sino que se aboga por reescribir el contenido, potenciar otro tipo de emisiones, nueva legislación ad hoc, patrocinar alternativas editoriales inclusivas... En definitiva, tratan de superar ese marco de socialización patriarcal en el que los hombres deben trabajar en el ámbito público y las mujeres en el privado, y que ello tenga también su reflejo en el lenguaje.
Conferencias, artículos, ensayos, tesis doctorales… todo indica que este debate lingüístico está vivo, y a ese revisionismo se suben apresuradamente las instituciones, los políticos, los profesionales y la ciudadanía en general. En la UE se abrió en el año 1986, a raíz de la publicación de un exhaustivo trabajo del Comité para la igualdad entre mujeres y hombres en el que se instaba a seguir unas pautas concretas para evitar el lenguaje sexista y el carácter discriminatorio del masculino genérico.
Mucho más recientemente (16-01-2020) la Real Academia de la Lengua Española ha emitido informe detallado de 156 páginas (a petición de la vicepresidenta del gobierno) tratando de clarificar “El sexismo lingüístico, femenino de profesión y masculino genérico”. Este informe, extraordinariamente cuestionado, reconoce que la lengua española es sexista y que ese sexismo existe en los discursos, en las relaciones laborales y económicas, en la política, en la familia, en la publicidad…pero, en línea con aquel Comité de la UE, se posiciona en contra del masculino genérico por ser “el ladrillo del patriarcado” que oculta a la mujer y la necesidad de ir hacia un encuentro lingüístico. Es necesario –se dice- borrar de la gramática y del léxico opciones machistas y sustituirlas por otras que permitan la visualización de la mujer.
En tanto, muchos nos preguntamos qué se puede esperar si la propia RAE se declara, en un ejercicio de autocrítica, que es una institución tricentenaria de hombres “…en un proceso de renovación lenta pero irreversible en el que la mujer asumirá cuantitativamente y cualitativamente un papel más relevante.” Si quienes tienen en sus manos los instrumentos para para cambiar la connotación negativa de muchas palabras, los mensajes dudosos, las definiciones peyorativas, la asimetría en el contenido del masculino y femenino, la carencia de femeninos de profesión, cargo o dignidad, generar alternativas suficientes al masculino genérico por otras nuevas o epicenos… Mientras la Real Academia de la Lengua, encargada de velar por el uso correcto de la lengua en el conjunto de países hispanohablantes, no publique o avale una guía clara para un lenguaje inclusivo seguiremos en la improvisación y en el debate permanente. ///
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