Del realismo mágico en la política
Después del paréntesis navideño vuelve una realidad sanitaria sin resolver, la crisis económica, el desencuentro político permanente, las trincheras mediáticas, la incertidumbre… En definitiva, regresa el boomerang que dejamos cargado el pasado mes de diciembre. Y nos cae en nuestro patio de vecinos con los hospitales al borde del colapso, la tasa de contagiados sin control, la lista de fallecidos… y, además, con dificultades para administrar las vacunas, los bulos interesados, los temas judiciales de ayer y de antes de ayer, los agobios por el futuro particular y colectivo…
Ante tanto despropósito quizás vaya siendo hora de exigir responsabilidades y señalar a quienes, teniendo las competencias, se muestran incapaces para ejercerlas; y también a los grupos mediáticos que en lugar de aportar luz y verdad periodística, se empeñan en mezclar la opinión, la información y sus variados intereses empresariales. Ni unos ni otros tienen ningún derecho a vendernos lo que es extraño y antidemocrático como algo normal. La realidad dramática en la que se vive, no se puede homologar a esa suerte de realismo mágico que alumbró, por primera vez, el extraordinario escritor Arturo Uslar Pietri en su ensayo El cuento venezolano, sin que la cita suponga una ironía.
Dicen que la Historia es cíclica, yo no lo creo, pero es cierto que encontramos en ella demasiadas semejanzas de lo que ocurre después. Entre los años 161 y 180 gobernó en Roma el emperador Marco Aurelio, más conocido como el emperador “sabio” o “filósofo”. Murió víctima de una terrible pandemia que asoló el mundo de su tiempo, a la que dedicaría ingentes recursos sanitarios, organizativos y económicos para combatirla. Este digno heredero de la dinastía hispana de los antoninos (Trajano y Adriano…), hizo de la negociación con los vencidos, la defensa de los débiles, la educación o la cultura las principales prioridades de su acción de gobierno. Este hombre, uno de los gobernantes más cultos de la antigüedad, solía insistir a sus colaboradores: “Si no es correcto, no lo hagas. Si no es verdad, no lo digas.”
Hoy los medios de comunicación rivalizan en agresividad a la hora adjudicar responsabilidades ajenas y lo hacen sobrevolando la verdad objetiva y la ética profesional, metiéndonos en un absurdo torbellino informativo con la esperanza de que la ciudadanía cargue esa realidad que cuentan en las alforjas de un gobierno incapaz y malvado, o en la insensatez de una derecha ultramontana y fascista. No importa si el mensaje responda a la verdad y el interés de la ciudadanía, los hilos de muchas marionetas parlantes se mueven a impulsos de quien paga, aunque para ello haya que retorcer la razón hasta lo grotesco. Mientras tanto el avance de la pandemia, las necesidades sociales, las dificultades de las empresas, el mercado laboral o el deterioro inexorable de las economías domésticas (que no entiende de responsabilidades) siguen sin dar tregua en al patio de vecindad.
Ocurre que, quizás, no interese dar las alas una sociedad bien informada para que pueda volar o favorecer el entendimiento reflexivo y crítico de las personas, pero unos y otros se equivocan. La inmensa mayoría de la gente es perfectamente capaz de hacerse preguntas e imaginar su respuesta: ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo? ¿Por qué tratan de esconder la crispación o la incompetencia en el cajón de la libertad de expresión? ¿Por qué la prensa no coloca en el espejo de mirar las competencias de cada uno?... Estas respuestas no están en el viento, están en los buenos políticos y la prensa responsable. //
Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.147