La jubilación de Jerónimo cierra las puertas a la tahona de Calzadilla de Tera

 

Huele a pan, el característico aroma domina las estancias nada más cruzar el umbral de la puerta de la panadería de Calzadilla de Tera. Se adentra uno en un museo vivo impregnado de útiles y maquinaria para la elaboración del pan. El de toda la vida, como le gusta decir a Jerónimo Rodríguez Quirogas a quien le salieron los dientes en la tahona que ahora torna las puertas coincidiendo con su jubilación.

 

Se pone fin a un ciclo de 70 años iniciado entonces, en el año 1951, con la instalación de la primera panadería de Calzadilla de Tera. Existía por los albores de la primera mitad del siglo pasado algún que otro horno casero, en sintonía a los de localidades próximas, pero no uno dedicado exclusivamente a la cocción de numerosas y grandes piezas de pan. Los padres de Jerónimo fueron los fundadores de la panadería J. Rodríguez.

 

 

El padre del recién jubilado, Jerónimo, vecino de Camarzana, se había enamorado de Teresa, una vecina de Santa Marta a quien los rayos de sol iluminaron sus primeras sonrisas entre migas de pan porque sus padres eran panaderos en esta localidad. Los primeros escarceos amorosos de los jóvenes Jerónimo y Teresa cuajaron en boda. Y de algo había que vivir en aquellos tiempos difíciles porque la elaboración y venta de hogazas no daba para tanto. Así que los recién casados decidieron comprar casa aguas arriba del Tera, en la localidad de Calzadilla, para instalar una panadería.

 

El tesón de los panaderos de Calzadilla, sumado al apoyo vecinal, hizo más fuertes a los nuevos panaderos sorteando dificultades y penurias. Elaborando grandes hogazas de pan de 3 kilogramos, de 2 kilos y piezas más pequeñas para ser distribuidas, tanto en el pueblo como en las localidades próximas, transportadas en sacas con un carro y una mula. 

 

 

 

Jerónimo y su mujer Isabel, tomaron el relevo al día siguiente del viaje de bodas

 

A la par venía al mundo un nuevo Jerónimo y otras dos hermanas. Al pequeño le salieron los dientes entre la harina, la masa y el dorado del pan. Y fue él quien continuaba con la actividad fabril en la casa "J. Rodríguez, panadería y bolleria". El joven Jerónimo Rodríguez Quirogas se casó con una joven vecina de Calzada de Tera, con Isabel, a la que desde el primer momento implicó con su quehacer panadero. Ya no distribuía el pan por los pueblos con el carro, sino con un vehículo a motor, con una furgoneta pero, eso si, seguía haciendo el pan de siempre, el de toda la vida como había aprendido y ha querido continuar hasta su jubilación.

 

Ya no se elabora el centenar de hogazas de pan como entonces, pues el menor consumo debido al envejecimiento poblacional y al menor número de habitantes en los pueblos ha obligado a reducir la elaboración a la mitad, al 50%. No persiste la producción, pero si el esfuerzo y el afán por servir a los clientes de toda la vida. Porque durante 70 años se ha continuado elaborando el pan como siempre, ayudado con la incorporación de maquinaria y de un nuevo horno. Una inversión cuantiosa rentabilizada a base de horas y horas, casi de sol a sol, de trabajo y buen hacer.

 

 

 

 

Una jornada laboral que se abre antes de que cante el gallo

 

Antes de cantar el gallo, a las cuatro de la mañana en los meses de verano y a las cinco el resto del año, todos los días de la semana a excepción de los domingos, año tras año, Jerónimo se ha venido levantando de la cama para hacer el pan. Un duro trabajo de cuatro horas. Porque la masa tiene que dormir en dos ocasiones sobre el tablero antes de entrar en el horno. Para que todo esté listo con el fin de que a primeras horas de la mañana se puedan distribuir las piezas que finalmente lleguen a las mesas de las casas y establecimientos.

 

Así, año tras año, que son 42 los que hasta el día 31 de diciembre ha venido Jerónimo dedicándose a la actividad panadera. Bueno, unos años antes también hacía sus primeras labores ayudando a sus padres. Cuatro décadas sumido en una actividad sin descanso desde el día siguiente en que la pareja de recién casados, de Jerónimo e Isabel, regresaron de la luna de miel.

 

Coincidiendo con su jubilación y clausura de la actividad panadera, las muestras de cariño se vienen sucediendo no sólo entre sus convecinos de Calzadilla o de Calzada, sino también de las localidades de la zona agradeciendo el servicio prestado durante estos años. Un agradecimiento que ya ha hecho soltar alguna que otra lágrima a Jerónimo quien hace extensiva la gratitud a todos sus clientes,  muchos de ellos fieles desde el inicio. 

 

Para este sábado 4 de enero, a partir de las seis de la tarde, las puertas de la panadería volverán a abrirse, pero en este caso para un convite, para mostrar el agradecimiento de estos panaderos, de Jerónimo e Isabel, con sus clientes y vecinos. Y es que cuando un negocio cierra en un pueblo, éste se hace huérfano y más aún cuando se trata del pan, del casero, del de toda la vida.

 

 

Imágenes del trabajo en la panadería en una de las últimas jornadas (Fotos. Venancio Valbuena)